"Los espías no hablan", de Carlos Holemans

Tras la ruta de un padre enigmático 

Los espías no hablan Carlos Holemans. Arpa. Barcelona, 2023



Cuando se pierde a un padre a los dieciséis años, de cuya vida sólo tienes brochazos, imagino dos opciones de reconstrucción: ir viviendo con el capital que genera el mito, edulcorarlo, ensalzarlo, y llegar a adorar a un ser que nunca existió; o bien despojarlo de la máscara de ficción y corporizarlo para echarlo a andar. 
Carlos Holemans eligió la segunda vía: lanzarse a por su padre, sin marcas edípicas ni sentimentalismos, sino por un dictado de justicia histórica y familiar. 
El autor logra una objetividad amena, a caballo de los hechos históricos, durante unos cuarenta años, desde la casa casa natal de su padre, en Averbode (Flandes) hasta finales de los 70 en Tarragona. Años cruciales de la (intra)historia del siglo XX que Holemans desarrolla en 22 pinceladas de color, con las que denomina a cada uno de los 22 capítulos que componen la biografía de su padre pintor paisajista. 
No pretendo ocultarlo, el libro me ha entusiasmado por su seriedad a la hora de narrar hechos que lo implican sentimentalmente; por su contextualización, por su descripción con pinceladas sueltas y a veces muy precisas de los hechos, del dolor a la decepción y a la lucha por la supervivencia. 
 En efecto, yo no he percibido a un mito sino a un padre, enigmático, excepcional, inteligente, sensible, audaz, elegante, Karel Holemans; comprometido —o víctima— de su fe, y abocado a vivir en la penumbra por necesidad, para escapar de la miseria o por supervivencia en tierra hostil. 
Qué maravilla de personajes, tan creíbles, tan honestos, inmersos en esa intrahistoria donde sucede lo sugestivo de la existencia, pero no se cuenta, lo que se obvia, y lo que se oculta; y ya no sólo por subsistir, sino porque sería incomprensible, o inexplicable a miradas convencionales. 
Karel Holemans “pudo” hablar con Hitler, cruzó Europa sorteando tiroteos con pasaportes falsos, rescató el archivo de la Orden del Temple, revivido por unos pocos comendadores belgas, preservándolo del expolio nazi. Traficó con secretos de uno a otro bando. Así es la vida; hechos impresionantes, detestables, en un mismo sujeto, un padre polimórfico con una vida muy difícil, siempre al borde del abismo. 
No he sido muy apasionada de lecturas biográficas —conscientemente, al menos, porque en muchas novelas y ensayos anidan sutiles autobiografías— los datos me resbalan como agua entre los dedos, pero se me antoja distinguir dos tipos de biógrafos: los historiadores y los narradores. Incluyo a Carlos Holemans en ese segundo grupo de los que, después de desdoblar los documentos de archivo, dialogar con testimonios, y ver pasar microfilms, filtrar los hechos a través de un punto de vista sensato y a veces crítico y nos induce a pensar de un modo amplio: “no juzgues o te equivocarás: así es la vida”. Y sin duda, te preguntarás, ¿qué hubiera hecho cualquiera en lugar de Karel?

El volumen documenta hechos muy poco descritos en los libros sobre la resistencia en la guerra civil española, como es la acción de las mujeres en las brigadas internacionales —al margen de hacer de correos o de portar algún arma—, de la que formará parte la primera mujer de Karel, Rachel. 
Holemans deja asomar una visión avanzada de la mujer, para la época que les ha tocado vivir, tanto en el caso de la comprometida Rachel, como en el de la rebelde Teresa; ambas ante difíciles diatribas. 
Rachel, comunista comprometida con la república forma parte de la brigada sanitaria que ejerce en el hospital de Onteniente (Valencia) y no quiere abandonar su servicio a pesar del riesgo que ello supone a raíz del triunfo de las tropas nacionales. Esa colaboración de Rachel con las brigadas va a suponer el talón de Aquiles de Karel cuando los nazis invaden Bélgica.
 La huida de Karel nos asienta en el conflicto nacionalista entre dos 
territorios, la sometida Flandes y la hegemónica Bélgica; y explica la predisposición al nazismo de una tierra sometida por un gobierno colonialista, un asunto de trágica actualidad.
Karel huirá de la sombra de su condena a muerte, por una denuncia falsa, resultado de la envidia o celos de un gerifalte que quería aprovechar la huida de Karel para abordar a Rachel. Una huida desde un bello y modernista casa-hotel de Averbode, de su abuelo Clement, hasta Sant Sadurní d´Anoia, en que se produce el gozoso encuentro con Teresa, una persona libre y rompedora, madre soltera a la que su madre hace la vida imposible, y a la que no podemos más que adorar. Los últimos años de su vida, Karel esbozó con su querida Teresa y su pequeño Carlitos la ansiada paz familiar. En este momento, el autor no escatima la admiración que siente por su madre.
El revuelco del último capítulo, cuando Karel actúa de intérprete de un condenado a muerte al garrote y todo el proceso, me llevó a La piedra angular, novela de Emilia Pardo Bazán, donde la barbarie de la pena máxima está brutalmente narrada; pero 100 años antes. 
 No se pierdan Los espías no hablan, una vida de película que será un éxito en la gran pantalla, como lo está siendo el libro. 

M.Bar Cendón, Candeleda.
Agosto 2023

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